Análisis de Zelda: Breath of the Wild, una obra de arte hecha videojuego
- 25 octubre, 2017
- Chema Carvajal Sarabia
La última aventura de Link y Zelda supone una reinterpretación exquisita de los mundos abiertos donde las aventuras son divertidas y desafiantes, y en la que todo lo que alcanza la vista es explorable
Algunos dicen que nunca es tarde cuando la dicha es buena. Y esto no puede ser más cierto con el juego que tenemos hoy entre manos, el «Zelda: Breath of the Wild», el cual se dejaba ver cada año en las presentaciones de Nintendo pero del que sólo sabíamos que se iba a retrasar más de lo esperado.
Al principio iba a ser un juego exclusivo de Wii U, esa malograda consola de Nintendo que tuvo la mala fortuna de salir después de Wii y sus 102 millones de unidades vendidas, motivo por el que llegar tan sólo a los 13, 56 millones de ventas tras ese precedente supo a fracaso -aunque aquí un servidor la disfrutó mucho-.
Cuando el juego empezó a retrasarse ya sonaba con fuerza el rumor de una misteriosa consola de Nintendo llamada «NX» -hoy conocida como Switch-, la cual vendría acompañada en su estreno del esperado «Zelda: Breath of the Wild». Este rumor corrió tan fuerte, que incluso se especuló con que la nueva aventura de Link y Zelda sería un exclusivo de ésta. Al final, como todos sabemos, esto no ocurrió y el título llegó en marzo de 2017 tanto para Wii U como para Nintendo Switch.
La historia de siempre, pero mejor que nunca
Está claro que si hay maestros en esto de contar siempre la misma historia tendríamos que destacar a Nintendo como amo y señor de esta particularidad. Las historias de sus Zeldas, Marios, o Donkeys son siempre las mismas, pero no por ello dejan de ser grandes y divertidas aventuras.
Y esto mismo pasa en «Zelda: Breath of the Wild», donde se vuelve a repetir la historia de casi siempre: Link tiene que vencer a Ganon y rescatar a la princesa Zelda que está en peligro. ¿Y esto cansa? En absoluto, la trama en esta entrega es sólida e intrigante. Tanto, que en mi caso quise hacer todas las misiones principales y secundarias que encontraba, para conocer más ese Reino de Hyrule tan devastado y salvaje.
La historia del juego nos presenta un Link que despierta de un letargo de 100 años, en el Santuario de la Vida, sin saber nada de su pasado ni entender que hace en mitad de la nada.
Por fortuna, un misterioso personaje aparece a los pocos minutos para dotar de sentido la situación Link. Bueno, más que de sentido, podría decirse que dota de ocupación a nuestro protagonista, le da un motivo por el que seguir hacia adelante, y esto es algo fundamental para que el jugador no se vea superado por un gigantesco mundo repleto de misterios y cosas por hacer.
Después de un par de misiones, nos enteramos que la princesa Zelda se encuentra en el Castillo de Hyrule atrapada y haciendo frente a Ganon, para que éste no acabe de destruir el reino. Y que nuestro cometido en la historia será viajar hasta el castillo, liberar a la princesa de su batalla suicida y enfrentarnos a muerte con el, ya mítico, enemigo de Link.
El juego como guía y tutor
En este punto, cuando ya entendemos de que va el juego, «Zelda: Breath of the Wild» lo hace muy bien, ya que no hay momento en el que nos deje desamparados, y siempre está ahí para echarnos una mano, para decirnos qué hacer, o para motivarnos a descubrir o conseguir algo.
Pero, como un buen tutor, sabe darnos tiempo y nuestro espacio, y no serán pocas la veces que os encontréis en mitad de un bosque, a kilómetros del puntito amarillo al que teníais que ir, porque habéis visto un santuario en la lejanía o porque os habéis perdido persiguiendo un ciervo.
Y esto es maravilloso, ya que tan sólo Hyrule, con sus montañas, sus entrañables personajes, sus peligrosos enemigos, sus costas, sus largos puentes y sus dragones flotantes, puede daros tanta diversión como horas de vuestra vida estéis dispuestos a darle.
De una forma que hemos visto antes en otros títulos de mundo abierto, en esta entrega de Zelda el mismo juego nos va guiando de forma inconsciente por el mapa. ¿Cómo? Pues con la elección de enemigos, con el paisaje, o con el entorno.
No serán pocos los jugadores que, después de estrellarse varias horas contra hordas de enemigos mucho más fuertes de lo normal, se den cuenta de que lo mismo no deberían pasar por esa zona del mapa hasta que hayan subido el nivel de su equipo.
Un mapa gargantuesco e increíble
Si hay algo que llama la atención en esta última entrega de la saga Zelda es el mapa. Es enorme, como nunca antes habíamos visto en dicho universo y uno de los más grandes de la historia (para que os hagáis una idea, es 1.5 veces más grande que el mapa de «Skyrim»).
Para poder desbloquear las distintas regiones que hay en el mapa, y poder ver los puntos de interés de éstas y sus accidentes geográficos, Link tiene que escalar enormes torres y activarlas. Y sólo el subirlas es una aventura en más de una ocasión, gracias a los peligros e impedimentos que encontramos en ellas.
Según un calculo aproximado en el mapa caben 140 ciudades del Vaticano y esto algo que, pese a no haber ningún Papa en el juego, nos ayuda a hacernos una idea de los tamaños que manejamos durante la aventura.
Lo maravilloso e increíble de este juego es que se dan todas las geografías y todos los climas posibles a lo largo y ancho del mundo. Desde el desierto del pueblo de Gerudo, al volcán rocoso y ardiente del pueblo de los Goron, llegando a los altos picos del pueblo de los Orni, y pasando por las cascadas del pueblo Zora.
Además, durante el juego, el perdernos por el mapa nos lleva a lejanas selvas, paradisíacas playas, montañas heladas o frondosos bosques llenos de misterios. Y todo esto consigue transmitirnos la sensación de estar en un mundo real y lleno de vida.
Las misiones son la excusa para seguir explorando
A veces hay momentos en los que, después de explorar durante varias horas, sientes la necesidad hacer algo productivo en el juego. Al fin y al cabo la princesa Zelda está en el castillo de Hyrule jugándose el pellejo por todos nosotros, y el pasar horas paseando alegremente por el mundo no está del todo bien.
Y para eso momentos están las misiones ahí, bien repartidas por toda la geografía, pero concentrando las importantes en unos pocos puntos, por los que pasaremos muy a menudo, tanto para pedir más información, como para orar, como también para cocinar alguna rica receta reparadora.
Hay tres tipos de misiones en el juego: misiones principales, pruebas heroicas y misiones secundarias. Las principales, que son las que más trasfondo histórico tienen, son las encargas de mandarnos a explorar el mundo y evitar que caigamos en la procrastinación.
Las secundarias, casi en su totalidad muy sencillas y poco complejas, suelen rellenar los huecos de las zonas más alejadas o, simplemente, añadir misiones más «ligeras y simpáticas» al juego. Es decir, cuando estéis escalando un risco en mitad de la nada, fijaos bien que seguro que hay algún viajero que os pide algo no muy complicado de conseguir y que os mantendrá ocupados un buen rato.
Las pruebas heoricas, por último, cubren un espectro muy amplio, ya que las hay a montones por el mapa y su dificultad cambia, pasando por misiones que son un paseo a otras que os harán sudar. Pero casi siempre el premio de superarlas merece la pena, y son esenciales para pasarte el juego al 100% y con todos los objetos coleccionables.
Como punto a destacar en este apartado, pese a no ser misiones, son los santuarios. Unos lugares, normalmente escondidos, en los que Link tiene que enfrentarse a todo tipo de puzzles para conseguir Símbolos de Valía que luego son canjeables para obtener más vida o más resistencia. La ingeniosidad de estas pruebas consigue que enfrentarse a estos retos sea de lo más divertido del juego.
Muchos enemigos no, pero de calidad
Algo que vemos muy a menudo en la última entrega de Link y Zelda son los enemigos. Y no sólo por la cantidad éstos que hay repartidos por el mapa, sino que también porque hay poca variedad.
Bokoblins, Lizalfos, Chuchus, Hinox o los Centaleones se dan cita con Link más a menudo de lo que nosotros mismos querríamos, pero la verdad es que los combates nunca se convierten en una mecánica aburrida, y lo peligrosos que son siempre estas criaturas hacen que nunca bajes la guardia. Hasta el más débil te puede matar.
Eso sí, si bien la variedad es escasa, los tipos que hay de cada enemigo son muy variados, y respondiendo al color que tengan son más o menos peligrosos. Un consejo, si os cruzáis con un Centaleon, da igual el color, lo mejor es correr. Y mucho.
La belleza del título abruma
Si algo tiene «Zelda: Breath of the Wild» es que entra por los ojos. El juego es una oda a la belleza que rivaliza con cualquier juego que se haya lanzado hasta la fecha. La viveza del césped, el azul del cielo, las aguas cristalinas o el fulgor de la arena de la playa son escenas dignas de ver.
El juego te invita a pasear por un mundo precioso, en el que la calidad gráfica queda supeditada por la belleza artística.
El reino de Hyrule al completo está recreado como nunca antes se había hecho, y Nintendo ha demostrado con esta entrega estar a un nivel altísimo en cuanto a grafismo y arte, consiguiendo embelesar al jugador con un juego que no llega a la resolución Full HD en la época de las consolas 4K.
Para ser mas minuciosos, «Zelda: Breath of the Wild» funciona a 720p en modo portátil y a 900p en modo sobremesa, y a 30 imágenes por segundo en ambas versiones. Aun así, el juego utiliza inteligentemente la resolución dinámica, la cual varía para adaptarse a esos 30 FPS sacrificando resolución en algunos momentos.
Conclusiones
El «Zelda: Breath of the Wild» es, sin duda, el mejor juego de Nintendo Switch hasta la fecha, uno de los mejores juegos de mundo abierto del sector, y uno de los mejores títulos jamás creados.
A la altura de entregas míticas como «The Legend of Zelda: Ocarina of Time», «Super Mario Galaxy», «Halo», «Uncharted 2» y otra larga lista de títulos que la historia ha puesto en el lugar que merecen.
La belleza y el cuidado que desprende este videojuego tan bien construido lo convierten en una entrega de obligada compra y disfrute, aunque eso signifique hacerse con una Nintendo Switch. Como al principio sostenía en el artículo, la espera se perdona cuando el resultado es, como en este caso, excepcional.
Nota: 9,8
Equipo de pruebas:
Para analizar «Zelda: Breath of the Wild» hemos utilizado:
- Nintendo Switch
- Mando Pro de Switch
- LG 47LB 650V (1080p LED IPS)