Análisis de Wolfenstein: Youngblood, ambición sin control
- 31 julio, 2019
- Sergio Gómez
Casi dos años después de que Machine Games llevara a lo más alto la saga Wolfenstein con el fantástico The New Colossus, vuelve acompañado de Arkane Studios para dar un giro de tuerca a la saga con una aventura completamente cooperativa en escenarios más abiertos y complejos. Bienvenidos a la ciudad del amor, bienvenidos a «Wolfenstein: Youngblood»
Las aventuras de William “B.J.” Blazkowicz han pasado por bastantes altibajos desde su primer título de mano de iD Software allá por el 1992 (aunque no sería la primera obra con el nombre Wolfenstein). Cuando la cosa estaba en su peor momento, fue Machine Games la encargada de rescatar a B.J. y relanzar la saga en 2014 con el aclamado «Wolfenstein: The New Order». Desde ese momento y con una base sólida, el estudio sueco ha ido mejorando más y más la calidad de la franquicia y con «Wolfenstein: Youngblood» han decidido hacer equipo con Arkane Lyon para llevar la matanza de nazis a un nuevo nivel.
Los distópicos años ochenta de la París nazi
Es 1980 y no se ha estrenado en ningún cine El Imperio Contraataca. A pesar del trabajo de Terror Billy en los anteriores títulos, los nazis siguen jodiendo la marrana y Europa sigue bajo el yugo de las esvásticas. Para más coña, el bueno de B.J. ha desaparecido y no hay nadie para hacer frente de una manera contundente a la maquinaria bélica del Tercer Reich.
Aquí es donde las cosas se ponen interesantes, Machine Games empieza con los cambios en la franquicia quitándonos a un Blazkowicz para darnos a dos Blazkowicz. En concreto a las hijas de B.J., las mellizas Sophie y Jess, que se embarcarán en un viaje a París para encontrar a su padre y ya de paso masacrar a cuantos nazis se pongan en su camino.
Normalmente aquí es donde paro, para evitar destripes innecesarios y porque matar nazis suele ser excusa suficiente como para no necesitar nada más para liarse la manta a la cabeza. El tema es que el anterior título de la franquicia, “Wolfenstein: The New Colossus”, partiendo de la misma base (el gozo y la algarabía de la muerte del fascismo de una manera sangrienta y cruda) usaba de una manera magistral su duración para presentar y construir a algunos de los mejores personajes del mundo del videojuego.
Youngblood, por desgracia, se queda en la superficie y aunque las hermanas Terror y Abby (la tercera protagonista del título) si tienen ese toque especial, el resto de personajes resulta plano, predecible y poco interesante. Parece que en su búsqueda por evolucionar la jugabilidad de la franquicia en Machine Games han olvidado uno de los puntos fuertes de los últimos Wolfenstein, el guion.
Cooperativo y mundo abierto, que puede salir mal
Antes de responder a la pregunta, veamos qué cambios ha traído a la saga este “Wolfenstein: Youngblood”. Las anteriores entregas de la actual saga se asentaban en dos pilares básicos: andar hacia adelante y matar sucios nazis. Obviamente, y en un guiño claro a las raíces de la saga como first person shooter, a pesar de su estructura lineal los mapeados de estos títulos estaban llenos de coleccionables y secretos para los más completistas, pero en general, la exploración y las vías para hacer frente a las distintas situaciones quedaban limitadas a una o dos opciones (permitiéndonos elegir ir de manera más sigilosa o avanzando como la trituradora de nazis perfecta).
Lo primero que notaremos al meternos en harina es que los escenarios en «Wolfenstein: Youngblood» son más abiertos tanto a lo ancho como a lo alto, permitiéndonos esta vez elegir con mayor libertad como enfrentarnos a los grupos de enemigos que pueblan los tres distritos de París. Este cambio es lógico y en cierta medida obligado si tenemos en cuenta las dos grandes novedades del título, el cooperativo y el “mundo abierto”.
Cooperativo y “mundo abierto” (ahora explico lo de las comillas, no os impacientéis) son dos conceptos que van de la mano en el juego. Difícilmente se podría disfrutar de un cooperativo en todo su esplendor si el título se limitara a los pasillos de anteriores entregas, por esa razón Arkane Studios ha sido la encargada de darle su toque al diseño de niveles. El resultado es el que cabría esperar, zonas amplias con varias alturas, perfectos tanto para la infiltración sigilosa como para masacrar a grandes grupos de enemigos rodeando, atacando desde las alturas o usando armas fijas, además de estar pensados para que puedan recorrerse en todas direcciones dándonos la libertad que se echaba en falta en los otros Wolfenstein.
El noventa por cierto del juego lo pasaremos en tres de estos escenarios, y será en ellos donde realizaremos las misiones que la resistencia francesa nos irá proponiendo. Es aquí donde tengo que matizar lo de mundo abierto y explicar las comillas. Aunque el juego puede parecer un mundo abierto de primeras, las zonas empiezan a quedarse cortas al poco tiempo, principalmente por la cantidad de tiempos de carga, ya que cada zona principal se divide en varias zonas pequeñas delimitadas por unos jugosos tiempos espera en los que sentarse a pensar sobre filosofía, la alegría de pisotear al fascismo (aunque sea en un videojuego) y el hecho de que este año han vuelto a ponerse de moda los tiempos de carga cada diez minutos.
Además, e imagino que para que el jugador de turno no vaya a saco a por la misión principal y se pierda gran parte del esfuerzo del equipo de desarrollo, han puesto un sistema de niveles con el que iremos adquiriendo y mejorando las habilidades de las hermanas Terror. El problema es que además de ser una de las maneras más simples de meter un sistema de progreso que todo el mundo entienda, sirve para cerrar partes del mundo abierto, restando opciones al jugador (en este caso jugadores). Es un sistema de progreso que otro de los shooters importantes de Bethesda de este año, «Rage 2», también tiene implementado y que por desgracia tiene bastantes inconvenientes.
El principal es como este sistema afecta a la curva de dificultad del título. Crear una curva de dificultad que tenga en cuenta cómo y a que velocidad va a mejorar la habilidad del jugador (solo por el hecho mismo de llevar cada vez más tiempo jugando), para poder sentirse retante y a la vez justa durante toda la duración de la obra es muy difícil. Si a eso le añadimos un factor externo como es un sistema de niveles, la cosa suele romperse por varios sitios. Dando como resultado enemigos que son esponjas de balas (aunque vayan con vestidos con trajes de franela), zonas que son claramente injustas y misiones que acaban siendo demasiado sencillas al ir con demasiado nivel.
Mi mayor problema con este aspecto del juego es que en los anteriores Wolfenstein, Machine Games ya había implementado un sistema de progreso. Uno basado en recompensar ciertas acciones del jugador. Si matabas mucho en sigilo conseguías poder llevar más cuchillos arrojadizos, si usabas mucho las granadas conseguías la habilidad de devolverlas de un golpe, que usas mucho un arma, toma una mejora en la capacidad de los cargadores de la misma.
Es un sistema de progreso que no solo premia jugar de todas las maneras posibles que te facilita el juego, además es orgánico y no entorpece la acción (en The New Colossus sí que había que entrar en un menú para mejorar las armas, pero el resto de mejoras se aplicaban solas sobre la marcha). El sistema de Youngblood basado en la repetición de una única acción (matar nazis sin importar la manera) con la que te dan puntos de experiencia para subir de nivel y con cada nivel un punto de habilidad que canjear (además de tener que conseguir monedas para comprar mejoras a las armas), se siente en comparación algo más parecido a tener un trabajo a jornada completa que a un progreso real de nuestro personaje.
Aquí no acaban los problemas del sistema de niveles. Vamos a poner una cosa en contexto antes. “Wolfenstein: Youngblood” hereda el excelente y frenético control en los tiroteos de sus antecesores, más concretamente de The New Colossus. Junto con «Doom (2016)», la saga Wolfenstein está en lo más alto a nivel jugabilidad cuando hablamos de disparar armas de fuego en el contexto más arcade posible. Ese ritmo acelerado y ese frenesí de violencia gratuita y bien engrasada demandan una sola cosa, fluidez.
Que aparezca una pantalla de carga cada diez minutos no ayuda, que además tanto tú como tu compañero (recordemos que aunque se puede jugar con la IA, la gracia es jugar con otra persona) tengáis que meteros en un menú para ir adquiriendo o mejorando habilidades y comprando mejoras a las armas (entre tres y cinco partes del arma se pueden mejorar y cada una de ellas tiene tres opciones) parando totalmente la posibilidad de avanzar (el título tira mucho de barreras que solo se pueden pasar cuando estáis juntos como puertas pesadas, interruptores gemelos, etc.) es la broma definitiva.
Y pasamos al último punto malo de «Wolfenstein: Youngblood», la duración. El título es sin lugar a dudas el más largo de la saga desde que Machine Games está al timón. Esto por si solo podría ser una gran noticia, pero hay un problema. Las zonas tan bien diseñadas por Arkane no aguantan el tipo durante las más o menos quince horas de duración que ofrece (quince horas solo para pasarse todas las misiones, no incluyo en ese tiempo el recoger todos los coleccionables que hay repartidos). Sencillamente no son lo suficientemente amplias ni variadas como para que no te las sepas de memoria cuando llevas un tercio de juego, tampoco los son las misiones secundarias ni en ejecución ni en argumento.
Por desgracia, el sistema de progresión basado en niveles (que como podéis comprobar es el nazismo personificado en mecánica jugable) casi obliga a pasar por todas las misiones (a mí me quedaron tres por hacer antes de ir al jefe final y me aparecía con el icono de una calavera indicando que era de bastante más nivel que yo) para llegar al combate final preparado y que no se sienta injusto. Sencillamente el juego en conjunto se siente como si debiera durar entre cuatro y seis horas (cosa que cuadraría con esa imagen de spin-off/experimento menor que lleva dando desde su anuncio).
Franceses, nazis y el reciclaje
La imagen de juego menor no solo viene por su precio reducido, desde el mismo momento que te pones a jugar se ve que hay una gran cantidad de recursos del juego (modelados, texturas, sonidos) que han salido directamente de la anterior entrega. No le pondría pegas a esto, pero se hace raro ver las mismas armas y armaduras nazis cuando a nivel de historia han pasado diecinueve años. Más si tenemos en cuenta que el ejército nazi parece una máquina bélica bien engrasada y dispuesta a seguir buscando maneras más eficientes de sembrar el terror.
A nivel visual el juego es más que correcto, destacando en la construcción de los personajes principales, aunque me hubiera gustado que Paris fuera más reconocible y recordable. A nivel sonoro tenemos más de lo mismo, la banda sonora está bastante bien y tiene ese toque de principios de los ochenta que flota por todo el título, personalmente me parece un punto peor que la banda sonora de «The New Colossus», que por otra parte es excelente.
Como podéis ver, el aura de juego menor está en casi todos los aspectos del título. No creo que sea algo realmente decisivo ya que claramente no estamos ante una apuesta Triple A.
Conclusiones, “Wolfenstein: Youngblood” ¿la peor idea desde el muro de Berlin?
Si habéis llegado hasta aquí, primero de todo, gracias por aguantar el tocho. Segundo, voy a intentar dar unas conclusiones finales de un juego que, a pesar de lo escrito, no odio en absoluto. “Wolfenstein: Youngblood” parte de una base jugable excelente, los tiroteos de The New Colossus y un diseño de nivel digno de Arkane Studios, todo eso para jugar solo o en compañía. En algún momento del desarrollo se tomaron decisiones cuestionables, que no rompen el juego, pero si que hacen más mal que bien.
¿He disfrutado lo último de Machine Games? Si, al menos las primeras cinco o seis horas. Claramente el precio reducido de salida y el poder jugarlo con algún amigo (masacrar a las hordas del fascismo con colegas es un +100 en Liberté, Equalité y Fraternité) cuentan a su favor. Por otra parte, si lo que queréis es matar nazis con estilo y llevando el apellido Blazkowicz, las anteriores entregas de Machine Games (en especial The New Colossus) son un obligado para todas aquellas personas de bien que no le hayan dado una oportunidad a la saga.
Para aquellos a los que el cooperativo ni os va ni os viene, pero os atrae el mundo abierto, el sistema de progresión basada en un sistema de niveles y uno de los mejores sistemas de disparos del año, «Rage 2» puede ser una apuesta segura.
Podéis encontrar «Wolfenstein: Youngblood» en PC (Steam, Bethesda.Net), Xbox ONE, PS4 y Switch
Nota: 6
Versión analizada: Steam, clave cedida amablemente por Bethesda.
Equipo de pruebas:
Para machacar los sueños húmedos del nazismo a dúo he utilizado:
- PC (RyZen 1600, GTX 1070, 16GB de RAM)
- Steam Controller
- Acer ED242QR A 1080p/144Hz Freesync