The Legend of Zelda: Link’s Awakening, análisis del renacer de un clásico
- 30 septiembre, 2019
- Chema Carvajal Sarabia
En 1993 Nintendo sacaba para Game Boy un juego llamado «Zelda: Link’s Awakening» que traía para la portátil nipona una aventura desafiante y de nivel. Ahora, 26 años después, nos llega a Nintendo Switch esta aventura vuelta a hacer desde cero. Es hora de ver si los años le han pasado factura
Cuando se anunció este «The Legend of Zelda: Link’s Awakening» muchos sentimos como si volviésemos al pasado, más concretamente a cuando la vida era más sencilla (para nosotros) y no teníamos obligaciones más que disfrutar de nuestra niñez/adolescencia e intentar sacar adelante el curso. Añoro esos tiempos, pero eso no viene al caso.
Por eso mismo, en cuanto vimos el anuncio, supe que sería yo quien se encargaría de analizarlo. Soy fan de la saga y el diseño artístico me cautivó de lleno. Así que blanco y en botella, sólo había que esperar a la fecha: 20 de septiembre de 2019. Y, como todo en esta vida llega, aunque es cierto que quien espera desespera, ya estoy preparado para analizar «The Legend of Zelda Link’s Awakening» tras más de 20 horas y con el juego terminado.
El naufragio y el huevo
Pocos comienzos más inmersivos que ver a Link intentando gobernar su barca en un mar embravecido. Tirar del mástil y sufrir recogiendo cabos para acabar vencido por las aguas con un delicado y muy ochentero dibujo animado consigue meter en la historia a cualquiera. Lástima que dure tan poco la escena, ya que como buen Zelda nos pone a trabajar nada más empezar.
La cosa es que estamos varados en una isla perdida y unos pueblerinos nos han encontrado en la playa tirados. Tras unos días de cama y reposo la compasión se acaba y las tareas empiezan a surgir. Y, por supuesto, no hay nadie más en el pueblo más que tú para llevar esas tareas adelante.
Pero vamos, que tampoco voy a contaros todo el juego, tan sólo quería poneros en antecedentes, presentaros la escena, y comentaros que el juego consiste en llevarnos de un lugar a otro en el mapa para conseguir todos los instrumentos necesarios para despertar al Pez del Viento. Pero, ¿quién es el Pez del Viento? Pues un pez que duerme desde siempre en un gran huevo rosa y que descansa en la cima de la montaña más alta de la isla. Nuestra misión será tocar la balada que lo despierte, ya que sin esto no podremos salir de la isla. Y por lo que se ve Link no capta las indirectas de Marin y tiene prisa por abandonar aquella tierra en mitad del océano.
Este es un Zelda con bastante historia, bastantes diálogos y con una narración que sujeta muy bien el gameplay. Sin duda tiene un carácter muy puro y sencillo, si bien tiene un poco de reflexión existencial que agradará a los más mayores mientras que a los más pequeños tendrá entretenidos por igual.
Mecánicas que no envejecen porque funcionan
Algo que permite saber si los juegos envejecen bien o mal son las mecánicas. Lo lógico es que juegos que jugabámos hace 20 y tantos años ahora no acaben de funcionar porque ya estamos en cotas mucho más altas hoy día, pero cuando una estructura y unas reglas funcionaban muy bien en los 90 lo normal es que, ahor,a se defiendan, y vaya si se defiende «Zelda: Link’s Awakening».
Golpear con la espada, saltar, esquivar, utilizar esta habilidad o esta herramienta… El juego no para de enseñarnos cosas. Nuevas armas y nuevos objetos que son necesarios para avanzar en la trama y que estamos obligados a saber usar. No hay momento en el que pensar qué hacer no fuese la verdadera intención de Miyamoto y Tezuka allá en 1993, y este juego lo mantiene (porque es el mismo, vamos).
Las plataformas funcionan muy bien, la acción también y los combates con los enemigos menores si bien son muy sencillos, se arreglan con jefes y minijefes que te obligan a pensar y reflexionar de qué modo tenemos que enfrentarlos si queremos hacerles daño.
Ah, y las pequeñas fases de dos dimensiones en los que las plataformas son el protagonista principal son gloria bendita, y más para este nostálgico.
De este apartado sería injusto irme sin alabar lo bien que va el control, siendo de una delicadez extrema la suavidad y la precisión con la que se mueve Link por el escenario. Ni una vez me he matado por fallo del control, y eso ya lo dice todo (he muerto porque soy un manco, y no pocas veces, concretamente 197 veces me enterraron en una caja de pino).
«Zelda Link’s Awakening» es un puzle infinito
Algo que me fascina de este juego, y que es sello de la casa, es la cantidad y variedad de puzles tenemos que ir resolviendo para avanzar en la trama. Al principio parecen unos pocos, puntuales, pero cuando llevas unas 5 o 6 horas descubres una cosa: el juego es un rompecabezas, en su totalidad.
Para avanzar entre zonas, llegar a nuevos lugares, entrar a las mazmorras o conseguir la llave que abre cierta puerta, nuestra mente estará bajo el continuo test de Miyamoto, el cual no deja pasar la oportunidad de intentar sacar lo mejor de nosotros. Y sí, esto a veces desespera. Desespera en nuestra época, en verdad, donde los tiempos de consumo han cambiado y no queremos estar calentándonos la cabeza para resolver un acertijo. Y sobre todo las mazmorras, auténticos rompecabezas.
No fueron pocas las veces en las que necesité de más de una hora de dar vueltas para entender qué debía hacer o saber qué pared tenía que romper. Y claro, esto consigue que el juego pueda durarte desde unas 5 o 6 horas si te lo sabes de memoria y eres habilidoso hasta las 40 horas si te niegas a usar una guía y estas algo oxidado.
El juego es muy desafiante y es menos accesible de lo que su estilo cartoon parece reflejar. Coged papel y boli e id apuntando todas las pistas que encontréis, o ya os digo que no podréis vencer a este «Zelda Link’s Awakening «. Ah, y no os olvidéis del abuelo Ulrira, el cual siempre estará detrás del teléfono para darnos una pista y sacarnos de cualquier embrollo/atascamiento.
Apartado técnico precioso, rendimiento odioso
El juego entra por los ojos, para bien o para mal, ya que he conocido gente que ha odiado mucho el estilo artístico y otros que lo han amado con fuerza, como es mi caso. Pero podríamos decir que este juego tiene un género artístico único, una mezcla de figuritas de plastilina redondeadas con colores vivos y cartoon que funciona muy bien y hacen que todo sea bonito y de ensueño (hasta los enemigos son monísimos).
En mi caso, que venía de «Zelda: Breath of the Wild», no me ha costado nada adaptarme a este estilo, pasándome como con «Zelda: The Wind Waker», que si bien es más dibujo animado de lo que estoy acostumbrado como está bien implementado queda bien y no cansa, siendo una solución más para contar una historia que hemos visto cientos de veces. La fórmula funciona. Y de maravilla.
Eso sí, el tirón de orejas viene por el rendimiento gráfico, ya que estamos ante el peor Zelda en cuanto a optimización gráfica de los últimos 10 años.
En el modo Dock el juego funciona a 1080p y 60 FPS mientras que en el modo portátil baja a 720p y también 60 imágenes por segundo, algo que serían números perfectos de ser así, ya que en la práctica las caídas son constantes, como vemos en el vídeo de nuestros, siempre brillantes, Digital Foundry.
Tanto en portátil como en Dock las bajadas pasan de 60 FPS a 30 FPS de formas bastante habitual, manchando la experiencia global y dejando un mal sabor de boca a un juego que, en términos generales, es sobresaliente y precioso de ver.
Aquí el problema, entendemos, viene de intentar hacer funcionar a 60 FPS un título que siendo en tercera persona y vista cenital, añadido a que Link se mueve de una forma muy tranquila y parsimoniosa, las 60 imágenes no son necesarias, y os lo dice un amante de la PC Master Racer que cree que en estándar debería ser 144 FPS siempre.
Sin duda la mala optimización gráfica le pasa factura, llegando a suponer un impedimento para muchos jugadores que quieren jugarlo pero que no soportan estas caídas de frames (no son pocos los amigos que me han comentado este mismo problema).
Conclusiones
Cuando pienso en un remake no puedo dejar de pensar en sentimientos y experiencias que ya pasaron y que serán imposibles de recuperar, por muchos nuevos gráficos y jugabilidad adaptadas. La cosa es que luego llega Nintendo y consigue que me emocione un juego que el Chema de 9 años jugó y claro, uno no puede más que quitarse el sombrero.
Las sensaciones, los retos, la historia y la diversión es la misma, si no mejor, con un lavado de cara que convierte a esta obra en un imprescindible, ya sea que lo jugaste en su momento o es totalmente nuevo para vosotros. Añoraba sentirme perdido, tener que mirar notas, recordar qué me había dicho aquel NPC de aquella zona que era la clave para avanzar a la siguiente fase… En definitiva, añoraba los retos de la vieja escuela, y en esto nuestro protagonista de hoy es brillante.
«Zelda Link’s Awakening» es un juego mayúsculo donde casi todo lo hace no bien, si no muy bien. Si te gustan las aventuras de Link (aunque seamos recaderos sin sueldo), los puzles, los juegos de acción y aventura o, simplemente, te gustan los buenos juegos, creo que no tienes opción aquí, tienes que jugarlo.
Nota: 8,5
Equipos de pruebas:
Para analizar «Zelda Link’s Awakening» hemos utilizado:
- Nintendo Switch
- Mando Pro Nintendo Switch
- Televisión LG 4K HDR 55SK8500PLA