La primera vez que te encuentras con «Eternum Ex» la imagen de un salón recreativo te viene a la cabeza. Pero cuando digo salón recreativo, me refiero a esos que por los años noventa había en cada barrio (normalmente cerca de colegios e institutos) donde los adolescentes fumaban y se gastaban la paga en máquinas como «Street Fighter 2» y «Metal Slug». No en vano «Eternum Ex» tiene esa estética mágica de tiempos mejores, donde con dos botones y una cruceta se podían rescatar princesas, encontrar tesoros y hasta salvar universos enteros.
Sir Arthur es viejo, toda una vida de aventuras ha culminado con dolor de articulaciones y un cementerio lleno de amigos y enemigos a partes iguales. Con nada que perder y mucho que ganar Sir Arthur ha decidido que mejor morir dando estacazos en gayumbos que esperar plácidamente a la muerte. Con esta sencilla idea, nuestros calzones rojos de domingo, el camisón de franela y nuestro fiel bastón nos encaminaremos al reino subterráneo de Samarnath dispuestos a medir costillares, rapiñar tesoros y buscar la eterna juventud.
Puede parecer un argumento poco sólido, pero pocas cosas hay más satisfactorias que ser mayor y dar rienda suelta a todo tu vinagre interior en forma de bastonazos a un elenco de enemigos de lo más variopinto.
Puede parecer un esquema de control limitado y simple, pero en su momento con esas cuatro directrices se hacían maravillas y la gente de Flynn’s Arcade y Radin Games sabe sacar todo el provecho posible a cuatro comandos sencillos, pero la mar de efectivos.
No os he dicho como se juega al “Abuelo hasta las pelotas de tanta tontería simulator” (a partir de ahora «Eternum Ex»). Nos encontramos ante un plataformas 2D, con fases pequeñas donde deberemos recoger todos los cofres de la zona antes de poder pasar a la siguiente (por aquello de que cuando tengamos la eterna juventud poder gozarla a lo loco con un buen montón de oro bajo el colchón). Por supuesto, a los habitantes de la zona en cuestión parece no hacerles gracia que les robemos los oros, y nos tocará ir midiendo costillares con nuestro fiel bastón para poder rapiñar cofres a gusto.
Como esto es un arcade de vieja escuela, siempre hay maneras de conseguir unos cuantos puntos extra para poner nuestro nombre en lo más alto del ranking. En este caso podremos abrir los cofres antes de cogerlos, lo que nos dará más puntos y además desbloqueará ciertas mejoras y power ups temporales, como invulnerabilidad, abrir cofres de manera automática o activar portales de teletransportación en la zona (esta mecánica les sonará a los amantes de Baluba-louk no Densetsu). Básicamente, esto es todo lo que haremos en la mayor parte del título, pero en cada uno de los cinco mundos, nos esperará un jefe y aquí la tónica cambia, no solo por el jefe en sí, si no que para llegar al mismo tendremos que escalar una torre a cada cual con un diseño más maquiavélico, donde moriremos, y mucho, antes de aprender los tiempos correctos en cada salto.
Una de las cosas que más llama la atención de «Eternum Ex», son sus dos modos de juego, el llamado Home Mode (o modo consola) y el Arcade Mode (o modo recreativa), en el primero contaremos con tres creditos por partida pero cada vez que acabemos un mundo de los cinco que hay, grabaremos el progreso pudiendo empezar en el siguiente la próxima vez que lo intentemos, en el modo recreativa tendremos que pasarnos el juego del tirón, pero contaremos con créditos infinitos (aunque con cada crédito gastado empezaremos la zona de nuevo). El resultado de esta decisión convierte extrañamente a la versión consola en el modo difícil de juego (yo aún estoy por la tercera zona en este modo) y al arcade en el “fácil”.
Digo fácil entre comillas porque sin ser exasperante, «Eternum Ex», es difícil. No por un mal control o por ser injusto, sencillamente por un diseño de niveles pensado para finales de los años 80 y principio de los 90, exigente en el control, donde medir tus actos puede ser la diferencia entre acabar el nivel o morir como el manco que eres.
A los más eruditos les sonará esa fecha por ser la fecha de lanzamiento del juego más famoso del otro Sir Arthur, Ghosts’n Goblins. No utilizo esa referencia en vano, ya, que como pasa con la mecánica de los cofres del Baluba-louk no Densetsu, la obra de Capcom es una de las fuentes de inspiración (dicho por los propios desarrolladores) para dar forma a «Eternum Ex».
Queda claro nada más verlo, que el apartado artístico del juego está muy influenciado por el juego de los japoneses y no podría estar más de acuerdo con la decisión. «Eternum Ex» goza de un pixel-art retro que grita a los cuatro vientos el amor por lo añejo que tienen sus creadores. Escenarios y enemigos ricos en detalles y con todo el sabor de antaño, harán las delicias de aquellos que, como yo, disfruten de las aventuras que de pequeño viví en mayor o menor medida ya fuera jugando o viendo jugar a otros en las recreativas del barrio.
Todo este pixel maravilloso viene acompañado como no podía ser, por unas melodías con, de nuevo, ese toque retro tan característico que (aunque sean pocas) no se hacen pesadas y que son de esas que se te quedan en la cabeza una vez terminada la partida.
«Eternum Ex» es un arcade sencillo y, sobre todo, divertido. Se lo recomiendo a todos los amantes de este tipo de juegos, aquellos de disfrutasteis con los clásicos de los 80 y 90 y los que seguís disfrutando de los juegos de gente como Locomalito. Por mi parte, poco más que decir de un título que se ha ganado un hueco en mi memoria videojuerguil por estilo y por tono.
«Eternum Ex» ha sido cedido amablemente a la web por la gente de Zerouno Games (distribuidora del título) y podéis encontrarlo en PC (Steam) y Nintendo Switch.
Para pasearme por el inframundo en gayumbos y camisón en «Eternum Ex» he usado: